El archipiélago de Chiloé está localizado en el sur de Chile, entre los paralelos 41º y 43º de latitud sur. Comprende principalmente una gran isla, la isla Grande de Chiloé, y un gran número de islas e islotes menores.
En Chiloé existen un poco más de 60 iglesias de la tradicional escuela chilota de carpintería, 16 de ellas son Patrimonio de la Humanidad, construcción naval, madera e ingenio chilote se mesclan en este arte sacro.
La Isla de Chiloé es destino para turistas que vienen de todas partes a aventurarse en un territorio de bellos paisajes, lleno de tradiciones y creencias. Pero además, esta misteriosa isla atesora una reliquia arquitectónica única en el mundo declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco el año 2.000. Estoy hablando de sus iglesias en madera.
La historia de estas iglesias parte con las misiones evangelizadoras de los jesuitas españoles a la Isla durante el siglo XVII. La condición transitoria de éstas obligó a dotarlas de cierta permanencia a través de la arquitectura, levantando precarias capillas en cada una de las localidades.
Con el tiempo y la llegada de sacerdotes de ejercicio permanente, empezó el plan para levantar la construcción definitiva de la Iglesia: aquel espacio que a esas alturas era el espacio-vital de encuentro para la comunidad a través del rito, la liturgia, las fiestas, culto, etc.
Sacerdotes provenientes de diferentes partes de Europa aportaron con sus influencias estilísticas en el diseño y a esto se sumó la mano de obra chilota especializada en el trabajo de la madera.
Esta mezcla dio como resultado la creación de una verdadera escuela de la madera ligada al culto religioso. Fue así como nacieron cientos de iglesias en madera en toda la Isla, muchas de ellas verdaderas reliquias las cuales se preservan hasta el día de hoy.
Es impresionante ver una isométrica estructural de cómo fueron levantadas estas iglesias. Los sistemas combinan vigas de piso, tabiques de muros laterales, soleras de amarre, vigas maestras, pilares, tijerales y culatas entre muchos otros.
Tanto las estructuras, los revestimientos y la decoración fueron diseñadas completamente en madera. El Ciprés, el Mañío o el Coigüe son parte de la materia prima utilizada en estas construcciones.
La madera se funda directamente incrustándose en la piedra y en sus grandes piezas como tijerales o pilares es común ver tarugos y ensambles.
A pesar de que todas las iglesias son diferentes entre sí, se puede reconocer sin muchas dificultades una tipología común.
En todos los casos se trata de iglesias de planta basilical: tres naves, la central casi siempre abovedada y las dos naves laterales de menor tamaño.
Otra característica común es la distribución en cada una: el acceso contempla un pórtico sobre el cual se alza la torre campanario compuesta generalmente por 2 cañas que van sobre el hastial. El altar se encuentra al final de la nave y las sacristías en ambos extremos.
Las diferencias entre cada una aparte de los diversos tamaños radican básicamente en la aplicación de revestimientos los que varían generalmente entre tinglados, entablados, tejas o planchas acanaladas.
El ornamento, también en madera tallada, va variando en cada iglesia siendo en algunos casos bastante simple y bruto y en otras altamente terminado.
Vale la pena mencionar la iglesia de Achao la cual tiene un impresionante altar de estilo barroco, con un ornamento detalladamente tallado en madera.